Desde que el gobierno griego se viera obligado a solicitar el
primer ‘rescate’ a las autoridades europeas en abril de 2010, ninguna de las
medidas de ajuste puestas en marcha ha tenido un efecto positivo sobre su economía.
Dos años y medio después, parece obvio que la austeridad no es la solución a la grave enfermedad que padece
Europa. Y sin embargo, Mario Draghi, Christine Lagarde y Angela Merkel siguen
empeñados en exigir recortes a las cada vez más deprimidas economías de la
periferia.
Las cifras hablan por sí solas
En mayo de 2010, la Eurozona aportó 80.000 de los
110.000 millones del primer rescate de Grecia –una cantidad ridícula en comparación con
los 3,7 billones de euros que los gobiernos europeos
habían destinado al rescate de sus bancos un año antes–.
Parecía una locura dejar caer a los bancos… pero no a un país
entero. Como Pilatos, las autoridades europeas se lavaron las manos… y el
futuro de Grecia quedó en otras mucho más sucias: las de la banca privada y los
especuladores.
A mediados del 2008, antes del estallido de la crisis de las
hipotecas subprime, la prima de riesgo griega rondaba los 60 puntos básicos. A
finales de 2008, superaba los 200 puntos. Y en abril de 2010 superaba por
primera vez la barrera de los 400 puntos.
Grecia pagó caro el ‘rescate’: desde entonces se han destruido
cerca de 150.000 empleos públicos y se han realizado infinidad de recortes en
sanidad y educación; el salario mínimo ha caído un 20%; la tasa de desempleo ha
pasado del 14,1% (2010) al 24,4% (2012); la deuda pública, que
representaba un 144,9% del PIB en 2010, alcanzó un 165,3% solo un año después; el PIB cae año tras año; el gobierno no
cumple los objetivos fijados por la troika; y el déficit no mejora.
Al rescate de 110.000 millones de euros en 2010 le siguió otro de
130.000 millones en 2011. Este segundo rescate daría a Grecia, según el
Presidente de Luxemburgo, “el
tiempo necesario para seguir una senda creíble de consolidación fiscal y
permitiría su retorno al crecimiento sostenible y al empleo"
No ha sido así. La deuda se ha ido encareciendo escandalosamente
–la prima riesgo dio la bienvenida a 2012 por encima de los 3.300 puntos
básicos– en beneficio de una banca que sigue saneando sus cuentas a costa de
todos los ciudadanos.
Ya se habla de un tercer rescate. Pero, ¿con qué fin? Dadas las
circunstancias, ¿por qué la troika insiste en recetar austeridad? ¿Para qué
sirven los rescates?
La respuesta es tan deprimente como sencilla: para transferir la
mayor cantidad posible de dinero de manos públicas a manos privadas.
Cuesta creerlo… pero lo cierto es que el Banco Central Europeo
presta dinero a Grecia para que Grecia pague a los bancos –mayoritariamente
franceses y alemanes– una deuda exagerada, y en gran medida, injusta.
El pueblo griego no ha visto ni verá un céntimo de los 240.000
euros. ¿Qué es lo que sí está viendo y verá? Privatizaciones, recortes en gasto
público, subida de impuestos, reformas laborales,…
¿Eso qué significa? Significa que agentes privados tomarán las
riendas de sectores tan elementales y tan rentables como la educación, la
sanidad o la energía. Significa que el desempleo seguirá creciendo, lo que
desembocará en una –todavía más– débil demanda interna y en una disminución de
los ingresos fiscales del Estado.
Se gastará menos, sí, pero se recaudará menos aún. El gobierno no
cumplirá los objetivos fijados por la troika. Y mientras tanto, se perderán
derechos laborales, se trabajará más y se cobrará menos. Se consumirá menos, al
disponer de un menor poder adquisitivo, y en consecuencia, se producirá menos.
Los beneficios de las empresas caerán paulatinamente, provocando cierres y
despidos en masa. El Estado recaudará cada vez menos. El déficit aumentará. Se
cerrarán más hospitales y se producirán más recortes, lo que tendrá un efecto
negativo sobre el empleo. Y así sucesivamente…
¿Durante cuánto tiempo? Cinco años. Diez años. Tal vez más… Desgraciadamente,
a los bancos no les interesa que las economías de Grecia o España colapsen,
puesto que dejarían de cobrar cuantiosas sumas de dinero. Por este motivo, su
plan consiste en mantenernos con vida a través de prórrogas y nuevos rescates,
con un único objetivo: chuparnos hasta la última gota de sangre.
Solo entonces nos dejarán en paz.
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